Nostalgia de un Jueves a la madrugada

Nostalgia de un Jueves a la madrugada




Me pondré nostálgico.

Hay recuerdos que vienen,
me secuestran con ellos
y ya no soy yo.

Soy un momento pasado
disfrazado de presente.
Soy un latido lejano
que desea repetirse.
Soy un beso en la mejilla,
una historia algo triste.
Soy una esperanza que llega
o una realidad que golpea.

Me pondré nostálgico.
Porque me hace feliz
el evocar días felices.
Me vuelvo sombrío, lo sé,
mas, es una dulce tristeza,
una agridulce sonrisa
que aflora en mis labios
confesándome que la vida
a veces no es tan dura.

Me pondré nostálgico.
Porque hoy me acordé de ti.
Porque te busque a mi lado
y te hallé lejana... y hermosa.

Ojala la noche termine
y me libre de tu recuerdo.
No es porque no los quiera.
No es porque no te quiera.
Debe ser porque ya no soy
tan fuerte como el viento y la piedra.

Debe ser porque siento
que caminar en solitario
es más fácil sin el pesar
de los días de vida que quieren
interponerse en nuestro camino.

Si... ojalá la noche termine
porque sé que vendrá otra.
Porque guardo el deseo secreto
de que en la próxima jornada
olvide los infinitos motivos
de mi pesar constante.

Porque puede ser, —así lo creo—,
que al estar contigo olvide mi nostalgia,
y ya no sea un recuerdo
que llega, que me secuestra,
y que me deja solo
                          al llegar la mañana...



Cuando no basta con la Justicia.

Cuando no basta con la Justicia.

(a María Soledad Morales) 



Quién es libre de su culpa?
¿Quién está libre de su aberrante crimen?
Si mi error pequeño me tortura:
¿Acaso puede un infame librarse de su conciencia?
¿Se puede soportar el dolor de saber lo inconfesable?
¿De sentir, como un puñal, como una llaga incandescente,
el pecado de degradarse como hombre,
convertirse en bestia...
mientras que después de haber abandonado
su linaje ancestral de hijo de Dios,
simule vivir sin la opresión de su falta?
¿Porqué digo esto?
¿Porque lo hago?
¿Porqué no callo mi voz...?
Quizás nadie esa perfecto, pero todos tenemos sueños.
Quizás ella fue un poco inquieta;
pero tenia derecho a la vida...
a SER, y ser respetada.
Y donde esta noche herido pienso
en quienes lucharon por rescatar
tu dignidad fragmentada, llena de tristezas y flagelaciones;
Enfrentaron viento y marea.¡Ellos no callaron, no se estancaron!
¿Por qué yo habría de hacerlo?
¡Soy un hombre!
Solo Dios Todopoderoso puede decidir
si alguien es mejor o peor.
Solo ÉL es dueño de la vida... o de la muerte...
¿Quién, entonces, creerse puede capaz,
de discernir sobre la estrella de un semejante?
Si mi error pequeño me lastima, me tortura...
¡Mi silencio me mata!
Si hubo una víctima, también un crimen...
si hubo un crimen, un castigo...
La sentencia de Dios dictada está:
La prisión está hecha.
La conciencia espera.

6 de Enero 1995
Antonio Alejandro Galland



La causa de mis palabras

 La causa de mis palabras




Hoy escuché una canción

y tuve ganas de recordarte
de mirarte desde lejos
de hablarte en el silencio
poniendo una o dos lágrimas
Recordar.

No quise
hoy,
faltar a mi capricho,
ya longevo,
de esquivarle a la inspiración;
y escuché a la noche decir tu nombre,
a las estrellas mostrarme tu rostro
y a mi mano acariciar tu piel.

Pero estas palabras no son tan sinceras,
no son tan reales,
no son lo que nace de mi corazón.

Artificiales…
Por querer tener la forma primera,
el aura del fuego supremo,
la consistencia del más puro metal.

Yo siempre tan elaborado
y tú con tu simpleza, me dejas callado.
Viviría escuchando o leyendo tus palabras.
Viviría cerca de tu alma
donde encuentro el abrigo de la mía...

¿¡Cuál es aquella palabra
que nunca se dijo a mujer alguna
y mucho más, si es como tú!?

Hoy soy amo del reino del silencio,
la mejor forma de alabarte,
de conquistarte,
de alcanzarte al menos entre sueños,
entre espejos y brumas, entre nieblas,
tan cerca pero nunca como mi corazón lo siente...

Antonio Alejandro Galland



The End of my Life

The End of my Life

El fin de mi vida



I
Transcurre el tiempo —¿quién si no?— y escucho,
La misma pregunta en mis labios quieta,
y pese al ruido que a la gente inquieta,
dichas palabras me atormentan mucho:

¿Cómo será el temido e inevitable
glorioso instante que de la vida pase,
y en segundos eternos yo implorase,
clemencia por mi alma condenable?

En un lecho, un ajado cuerpo veo,
una vela encendida en una mesa,
y el reloj esperando la partida.

Y expiro quieto, sin un parpadeo.
Una amada mano da su promesa,

veo sus ojos llorando despedida...




II

Pero...

No me muestres, oráculo soñado,
si habrá honores, fama y dicha en mi destino,
pues me bastan las que hoy llevo vividas,
para dar por realizado mi camino.

No me mientas, diciendo que no habrá tristezas,
pues sé que el cardo abunda y la flor escasea.
Tampoco muestres a los que estarán conmigo,
ni quiero sorprenderme por los que ya se han ido.

Dadme pues, —para mi final—, un día,
en que el sol del otoño bañe hojas muertas,
como hogar la tierra, tan siempre bendita,
para así renacer al llegar primavera.

Antonio Alejandro Galland