Lo sé

Lo sé


¿Cómo es El Día cuando sólo se siente un palpitar

cercano y dulce, como un arroyo por el bosque?

¿Cómo es La Noche cuando la luna riega espigas de plata,
sobre las rosas que abren sus capullos?

¿Cómo se siente Tu Mano cálida y tibia,
candorosa y suave, cuando las mías las abrigan?

¿Cómo se percibe en Tu Alma cada beso que te doy,
cuando la pasión quebró el miedo anidado entre los dos?

¿Y cómo se yo que Tú me Amas, como yo te he Amado,
como yo te Amo o como yo te AMARÉ...?



Yo lo sé:
El Día…
es la paz que a tu lado siento.
La Noche…
es el instante en que el rocío de tu amor cae sobre mis sueños.
Tus Manos…
sensibles al llamado de la ternura, se estremecen.
Tu Alma…
percibe esa pasión incontenible con el ardor de tu cuerpo,
que no termina de apagarse.

¿Y cómo se que Me Amas, como yo te amo a ti
o cómo se que yo te amo como tú me amas a mi ?
Eso, es tan simple y tan inexplicable al mismo tiempo…
que nunca lo sabré…

Pero lo sentiré Siempre dentro de Mi Corazón.


Antonio Alejandro Galland
1993

Desazón

Desazón

“Tan solo creo en el dolor humano
porque lo siento palpitar doquiera”
Amado Nervo


Voy a insultar al mundo
porque hoy tengo ganas de hacerlo.
De gritar contra los sordos muros
de la casa de gobierno.
Cansado ya de pedir tan sólo un poco,
de dignidad para los hombres,
renunciaré a mi ser de Ser Humano,
y me contentaré en ser como las flores:
un mero espectador de éste grotesco espectáculo.
¿Es que nadie ama ya en el mundo.
Tan lleno de mercaderes de ilusiones estériles;
y tan escasos de tiempo;
sólo el necesario para domesticarnos un poco,
ser un poco de otro, ser un poco loco,
y mirar en los trigales el color dorado inolvidable
de la cabellera de algún principito
que supo conquistar nuestras vidas;
Tan vacíos de todo esto estamos?
¿Para que pedirte Padre Eterno
que mis cansados ojos vean más?
Días y días de vivir al día...
Horas perdidas... por una mentira...
Gotas amargas de llanto, desconsolado e inútil,
tal vez en el hombro del ser que amo...
De ver dolor en los que están en derredor.
De sentir la sangre hervir de impotencia
contra la hipocresía y el orgullo humano.
¿Porqué hay maldad en una tierra ya cansada
y ronca de gritar por un céntimo de paz?
No quiero ser fatalista, ni fallarle a mi verdad.
Hoy me siento desilusionado de no ser el que soñé.
De no tener una isla para ocultar mi solitaria alma.
De continuar ahogándome en las angustias de mi telaraña.
De ser cobarde y no escapar de este simulacro de existencia,
que me tiene preso en vida.
De no apagar el aborrecible televisor de mi inútil subsistencia,
aunque de mi no quede huella;
aunque la luz de mis palabras se extinga... irremediablemente;
y sea tan sólo otra sombra en la oscuridad,
o tan sólo el último reflejo...
El que se le escapa a la tarde
cuando muere el sol a lo lejos.

Antonio Alejandro Galland
1996

Rapsodia de una Tristeza

Rapsodia de una Tristeza




Al parecer (te decís)

el día está como siempre (o peor)
cuarenta grados a la sombra... bajo cero por dentro...
Y hoy debes dejar todo lo que tenés adentro a los demás,
aunque no tengas nada.
Y aún así... sonreís, pero melancólico.
Mostrás que estás con todas las pilas cargadas,
pero si se rompe la cascara del huevo... olés a podrido.
Y le seguís dando cuerda al reloj de los recuerdos.
Y te quedas desnudo de sueños.
Revivís lo que fuiste, lo que tuviste
y te buscas en una vieja poesía,
la misma que llenaste de lágrimas
infinitas veces cuando tu corazón estaba quebrado;
o en un beso que nunca diste... y siempre deseaste.
Y añorás con cambiar todo tu pasado,
con que no diste aquel paso que lo cambio todo,
y que ahora sos otro distinto al que fuiste ayer (imaginas)
porque al ayer lo corregiste, (eso crees)
y el error que ibas a cometer lo evitaste a tiempo...
y hoy todo el mundo te quiere...
Mas al mirarte en el espejo,
rehuís de tu rostro, y te escapas
del “otro”, maligno reflejo de tu vida;
no te gusta lo que ves, o lo que es lo mismo...
no te gustás vos, lo que sos... lo que haces...
Te dejas llevar por el día que no quiere terminar
empeñándose en hacer mas morboso
el lento caminar de aquella manecilla inexorable
que (te haces la idea) hoy no marca segundos, sino eternidades.
A media mañana te desembarazas de la monotonía de un libro
o de una piel que no es tuya y sin embargo te quiere...
Y tomás un café frío, y el calor sigue...
Mirás en un televisor de pálidos colores
una película clase “B” pero no te importa,
porque alguien, invisible y lejano,
se interpuso entre tus ojos y el tubo de rayos catódicos,
cromáticos, de veintiocho pulgadas...
y lo que ves entra por el rabillo del ojo
y sale por los bolsillos del desaliento.
Si te dicen algo (acerca de las polillas que alimentas,
o de las raíces que estas cultivando)
te excusas en que ayer sacaste la basura o limpiaste la mesa.
En resumen una hormiga mide dos veces más
que tu aliento de vivir...
El reloj marcó las cinco y salís a la calle
buscando perderte en los innumerables rostros que te rodean.
Quizás te olvides de todo si te unís a la masa
y te dejás llevar a donde ella quiere, aunque eso no te haga bien.
Alguien, sin querer, (por culpa tuya) se tropieza con vos,
lo maldecís en voz alta y añadís a otro ser humano
en la lista de los despreciables que:
“Solo es uno más que vive en la luna”
(mientras tanto, nunca recordaste
el estar viendo la Tierra desde afuera...)
Te metés en un café, pedís una cerveza.
La sorbes de vez en cuando, si te acordás que se calienta
entre los numerosos viajes que haces
entre tus deshilachados recuerdos
y la minifalda que está a dos mesas a tu izquierda...
Salís ya de noche y te prestan una guitarra,
y haces feliz a los otros cantando, bailando
y encontrás amor para otros... y nostalgias para vos.
Volvés a casa por la madrugada, cuando por suerte,
ya todos duermen y no tenés que darle explicaciones a nadie.
Solo tenés que pensar que otro día termina
y que ojalá no volviera el día de ayer convertido en mañana.
Pero mañana vuelve...
de nuevo haciendo cuarenta grados a la sombra... afuera.
marcando siempre debajo del cero
la columna de mercurio de tu alma...
Y tal vez hagan sesenta grados,
y el sol abrase y derrita tu carne...
pero el viento gélido del pasado perdido
de los recuerdos hermosos,
y de los cristales de amor desparramados por el tiempo;
azotará inextinguiblemente, arrastrando al cero absoluto,
a la interminable secuencia de actos
que se esconden en tu corazón y lo llenan de tristeza.


Al llegar la alborada

Al llegar la alborada


Estoy cansado de pensar

en lo que el otro fue o será
y no en lo que soy.

Estoy frustrado de verme actuar
como el otro quiso o quería
y no hacer lo que yo quiero.

Me desespera hasta el hartazgo
soñar que fui el otro, o que lo seré
ignorando mi propio sueño.

En fin...

Estoy asqueado de ser solo un harapo
de lo que el otro quiso ser,
de lo que el otro ansía llegar a ser,
y no ser yo mismo. Hoy.

Al fin y al cabo, el no es más
que "el otro Antonio"...
Y yo soy el que lo pienso.

Antonio Alejandro Galland
2010

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