La causa de mis palabras

 La causa de mis palabras




Hoy escuché una canción

y tuve ganas de recordarte
de mirarte desde lejos
de hablarte en el silencio
poniendo una o dos lágrimas
Recordar.

No quise
hoy,
faltar a mi capricho,
ya longevo,
de esquivarle a la inspiración;
y escuché a la noche decir tu nombre,
a las estrellas mostrarme tu rostro
y a mi mano acariciar tu piel.

Pero estas palabras no son tan sinceras,
no son tan reales,
no son lo que nace de mi corazón.

Artificiales…
Por querer tener la forma primera,
el aura del fuego supremo,
la consistencia del más puro metal.

Yo siempre tan elaborado
y tú con tu simpleza, me dejas callado.
Viviría escuchando o leyendo tus palabras.
Viviría cerca de tu alma
donde encuentro el abrigo de la mía...

¿¡Cuál es aquella palabra
que nunca se dijo a mujer alguna
y mucho más, si es como tú!?

Hoy soy amo del reino del silencio,
la mejor forma de alabarte,
de conquistarte,
de alcanzarte al menos entre sueños,
entre espejos y brumas, entre nieblas,
tan cerca pero nunca como mi corazón lo siente...

Antonio Alejandro Galland



The End of my Life

The End of my Life

El fin de mi vida



I
Transcurre el tiempo —¿quién si no?— y escucho,
La misma pregunta en mis labios quieta,
y pese al ruido que a la gente inquieta,
dichas palabras me atormentan mucho:

¿Cómo será el temido e inevitable
glorioso instante que de la vida pase,
y en segundos eternos yo implorase,
clemencia por mi alma condenable?

En un lecho, un ajado cuerpo veo,
una vela encendida en una mesa,
y el reloj esperando la partida.

Y expiro quieto, sin un parpadeo.
Una amada mano da su promesa,

veo sus ojos llorando despedida...




II

Pero...

No me muestres, oráculo soñado,
si habrá honores, fama y dicha en mi destino,
pues me bastan las que hoy llevo vividas,
para dar por realizado mi camino.

No me mientas, diciendo que no habrá tristezas,
pues sé que el cardo abunda y la flor escasea.
Tampoco muestres a los que estarán conmigo,
ni quiero sorprenderme por los que ya se han ido.

Dadme pues, —para mi final—, un día,
en que el sol del otoño bañe hojas muertas,
como hogar la tierra, tan siempre bendita,
para así renacer al llegar primavera.

Antonio Alejandro Galland

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