Un segundo después

Un segundo después

Un aquelarre perverso de monstruos sanguinarios,

una mancha imborrable que me asfixia,
un tridente de proporciones maléficas,
hundiéndose en mi carne en angustia eterna.

Una espada que corta mis palabras,
una lucha que no termina en el Valhalla,
el dios del martillo golpeando en mis sienes,
el honor destrozado, la voluntad inerte.


Una mano culpable que se esconde,
una sombra naciente ingresando al festín macabro,
con su mirada fría, de odio, de agonía...



Una carcajada histerica bordeando la locura.
Una mañana lejana, condenada a la noche eterna,
un espíritu sin calma explorando pasos lejanos,
y un aliento venido de otra esfera,
recorre la ciudad en una inutil espera. 

Una mano de naipes que no se jugó nunca,
un rosedal que murió sin dar rosa alguna.
Y la mañana lejana en una eterna vigilia
apagando con sus fuerzas la última estrella,
mira un corazón sin sangre que a latír se resigna. 

La ley de una espada arranca mi existencia...
una estocada final libre de mi, me deja;
grita mi voz al vacío, donde nada existe... 

Y un aquelarre perverso de monstruos sanguinarios,
continúa el festín entre los fuegos del averno...

Yo estoy entre ellos, soy uno más, el más perverso...
pertenezco a las sombras... ya la luz me olvida...
y soy un monstruo más... sin esperanzas... sin vida...


Antonio Alejandro Galland

Retorno a la Inocencia

Retorno a la Inocencia

Al Colegio Guido Spano de Salta




     En días como estos, cuando una lluviosa madrugada de mi aletargada calma me saca, olvido que el tiempo lo trastoca todo, y regreso en imaginarios viajes a los tiempos donde la inocencia nos rodeaba.

     Cuando un beso era el premio inalcanzable que se soñaba en el patio del recreo, donde se jugaba a ser grandes y no dejábamos de ser algo más que niños barbados. Donde latía el corazón aprisa si ella te miraba, te sudaban las manos y la piel se erizaba cuando ella sin querer te rozaba.

    Cuando un amigo valía una pelea y una pelea el honor de la manada. El escapar de clases la rebeldía suprema.
  
    Los días que recuerdo son soleados con tonos en naranjas-rojizos, blancos y amarillos intensos. Incluso los días fríos son blancos diáfanos, repleto de delantales y rostros que ya se diluyen en el brumoso libro de mis recuerdos.

    Los hay de aquellos más tristes, cuando ella miraba a alguien más, y el pasillo del recreo, se hacía infinito, mientras mordías la rabia y sentías que veías pasar la vida, que no eras parte de ella. O cuando la noche de repente era toda tuya y la abrazabas con los brazos extendidos y con una resaca a la mañana.
     Esas noches como ésta: que te encontraban en grupo; repletas de anécdotas que el tiempo hermosea: La gran pelea. Los que se escondieron y miraron de lejos. El que recibio los golpes... Enero es mágico para mis memorias, pero aún puede haber algo remoto, que en la duda de la madurez quedará enterrado.
     Inútil pensar en "lo que hubiese sido si..." De lo que soy no me arrepiento, y lo que dejó mi querido colegio se lo agradezco, lo bueno, lo malo, lo triste, lo grandioso, lo pequeño, La amistad ganada, la perdida, la semana de la dulzura más grandiosa, sólo por un solo beso en el último día... Los machetes que fabricábamos para aprobar materias insufribles... Ya la noche termina, mi lapicera también está vacía, y siento que ésto no salió tan sincero como querría. Aún guarda secretos de amor de aquel tiempo. De ojos verdes que nunca sabrán lo que siento.

      Al fin y al cabo hay miradas que uno nunca olvida...

Antonio Alejandro Galland


When Laikhra return to my memory...

When Laikhra return to my memory...

Y estoy solo de nuevo. 

Con mi gran compañera ansiosa de secuestrarme, de llevarme lejos de aquí... y con vos...

Ella es muy celosa, mucho más de lo que fuiste tu. Cuando te pienso hunde sus uñas entre las heridas que tu hiciste, haciéndolas sangrar de nuevo. Es capaz de tomar mi corazón entre sus manos y exprimirlo de a poco, que cada gota de sangre caiga en un gran brasero donde un humo fétido y oscuro cierre lentamente mis pulmones y mis fosas nasales, para que el simple acto de respirar se convierta en una tortura. Realmente logró ser más posesiva que vos. Pero aun así, cuando ella está distraída, me escapo de sus tentáculos opresivos y corro a buscarte. Y entre tus brazos encuentro momentáneamente la cura para todos los males del mundo que caen sobre mí. A veces de sus manos... A veces de las tuyas...



Y jugamos un perverso, morboso, destructivo y absurdo juego entre los tres... Y yo estoy en el medio. Ella que me rodea completamente tratando de que me rinda y así dominarme eternamente. Yo que escapo de ella cuando puedo o cuando escucho tu llamado o tu ruego. Y vos... que seguís bien lejos y teniendo el poder de salvarme, después que me llenaste de ilusiones, de esperanzas; después que vuelvo a creer en ti; sin ninguna merced para mi tan maltratado espíritu, me empujás nuevamente a las fauces de ella, para que de nuevo me lastime y me destruya queriendo volver a ver la luz de tu dulce sonrisa.
Y estoy solo de nuevo. Desde hace tiempo que lo estoy. Pues tú te fuiste y estas horribles batallas desgarradoras solo son estáticas, imaginarias fotografías, escenas que arma mi memoria ya cansada de esperar. Pero las dos son reales. Tanto ella con su mortal fuerza y vos con tu dulzura habitan en mi día a día. Y estamos los tres peleando una guerra ya perdida, pues vos me hiciste su prisionero cuando te marchaste; vos me entregaste atado de pies y manos, con una venda en los ojos y una herida en mi pecho, aun sangrando, que dejaba ver los débiles latidos que mi corazón aún era capaz de entregarte; vos me encadenaste a ella e hiciste una promesa que nunca cumpliste y nunca más regresaste. Juraste liberarme y darme vida, pero al alejarte te olvidaste pronto de mí y me dejaste encadenado a ella... a ella y a nadie más...
Antonio Alejandro Galland


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