Un segundo después
Un aquelarre perverso de monstruos
sanguinarios,
una mancha imborrable que me asfixia,
un tridente de proporciones maléficas,
hundiéndose en mi carne en angustia eterna.
Una espada que corta mis palabras,
una lucha que no termina en el Valhalla,
el dios del martillo golpeando en mis sienes,
el honor destrozado, la voluntad inerte.
Una mano culpable que se esconde,
una sombra naciente ingresando al festín
macabro,
con su mirada fría, de odio, de agonía...
Una carcajada histerica bordeando la locura.
Una mañana lejana, condenada a la noche
eterna,
un espíritu sin calma explorando pasos
lejanos,
y un aliento venido de otra esfera,
recorre la ciudad en una inutil espera.
Una mano de naipes que no se jugó nunca,
un rosedal que murió sin dar rosa alguna.
Y la mañana lejana en una eterna vigilia
apagando con sus fuerzas la última estrella,
mira un corazón sin sangre que a latír se
resigna.
La ley de una espada arranca mi existencia...
una estocada final libre de mi, me deja;
grita mi voz al vacío, donde nada existe...
Y un aquelarre perverso de monstruos
sanguinarios,
continúa el festín entre los fuegos del
averno...
Yo estoy entre ellos, soy uno más, el más
perverso...
pertenezco a las sombras... ya la luz me
olvida...
y soy un monstruo más... sin
esperanzas... sin vida...
Antonio Alejandro Galland