Retorno a la Inocencia

Retorno a la Inocencia

Al Colegio Guido Spano de Salta




     En días como estos, cuando una lluviosa madrugada de mi aletargada calma me saca, olvido que el tiempo lo trastoca todo, y regreso en imaginarios viajes a los tiempos donde la inocencia nos rodeaba.

     Cuando un beso era el premio inalcanzable que se soñaba en el patio del recreo, donde se jugaba a ser grandes y no dejábamos de ser algo más que niños barbados. Donde latía el corazón aprisa si ella te miraba, te sudaban las manos y la piel se erizaba cuando ella sin querer te rozaba.

    Cuando un amigo valía una pelea y una pelea el honor de la manada. El escapar de clases la rebeldía suprema.
  
    Los días que recuerdo son soleados con tonos en naranjas-rojizos, blancos y amarillos intensos. Incluso los días fríos son blancos diáfanos, repleto de delantales y rostros que ya se diluyen en el brumoso libro de mis recuerdos.

    Los hay de aquellos más tristes, cuando ella miraba a alguien más, y el pasillo del recreo, se hacía infinito, mientras mordías la rabia y sentías que veías pasar la vida, que no eras parte de ella. O cuando la noche de repente era toda tuya y la abrazabas con los brazos extendidos y con una resaca a la mañana.
     Esas noches como ésta: que te encontraban en grupo; repletas de anécdotas que el tiempo hermosea: La gran pelea. Los que se escondieron y miraron de lejos. El que recibio los golpes... Enero es mágico para mis memorias, pero aún puede haber algo remoto, que en la duda de la madurez quedará enterrado.
     Inútil pensar en "lo que hubiese sido si..." De lo que soy no me arrepiento, y lo que dejó mi querido colegio se lo agradezco, lo bueno, lo malo, lo triste, lo grandioso, lo pequeño, La amistad ganada, la perdida, la semana de la dulzura más grandiosa, sólo por un solo beso en el último día... Los machetes que fabricábamos para aprobar materias insufribles... Ya la noche termina, mi lapicera también está vacía, y siento que ésto no salió tan sincero como querría. Aún guarda secretos de amor de aquel tiempo. De ojos verdes que nunca sabrán lo que siento.

      Al fin y al cabo hay miradas que uno nunca olvida...

Antonio Alejandro Galland


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