Palabras conjuros

Palabras conjuros

relato corto



A veces, cuando la calma se ausenta; cuando demonios interiores que carcomen tu alma royendo tus sueños, que paralizan o ciegan: encuentras palabras conjuros que al pronunciarlas  de pesadillas te alejan y a la realidad te despierta.
Tu nombre es palabra y conjuro.
Nace de lo más profundo de mis entrañas sube desgarrando todo a su paso por mi estómago hacia la tráquea y —aunque de vez en cuando se atora en mi garganta muriendo en un murmullo imperceptible, paralizado por la gente que me rodea; o a veces indomable y poseída surja como un grito explotando en forma de látigo funesto, de relámpago incierto—, congela mis temores, me devuelve la sonrisa.
Incluso en aquellas noches en que tú nombre sale sin pensarlo. Completo. Todo tu nombre y apellido, como buscándote, implorando tu llegada.
Deseando por primera vez conocerte.
Pidiéndole a cualquier absurdo Dios que existas en este universo

enero del 2014
Antonio Alejandro Galland

Frustración

Frustración



Acumulación de fragmentos

De esquirlas de odios
de sinsentidos
Pérdidas inútiles de valioso tiempo
Omnipotencia idiota
rodeada de simiescos esclavos engañados.
Lealtades simuladas
Obligaciones innecesarias
Días de agobio y yugo auto-impuestos
Sociedad maldita
escupo en tus fauces.
Averno innecesario de penurias ajenas

Antonio A. Galland

22-jun 2016

LOS FORJADORES: CUENTO: La lección, por Antonio y Amanda Galland

Cuento de Terror La Lección

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“Hay dos tipos de dolor, el dolor que fortalece y el dolor inútil. En momentos de dolores inútiles se requiere que alguien actúe, que alguien haga lo desagradable. Lo que es necesario. Listo. No más dolor.”
Francis “Frank” Underwood

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Vientos de Primavera





Me gusta Tucumán en primavera,
cuando se viste de lapachos florecidos,
y un viento tibio a renacer invita,
—remontando de nuevo— adormecidos sueños.

Por eso espero esas tardes en setiembre,
donde arremolinadas hojas cubren la tierra,
y dan la señal que mi instinto espera,
para tomar tu mano por debajo de la mesa.

Mirarte en silencio, disfrutar tu sonrisa,
—insinuante y traviesa— que mi corazón agita,
detener el tiempo, los dos, tras las ventanas,
inventar un universo infinito y nuevo bajo las sabanas.

Anhelo —después—, perderme en tu mirada,
contemplarte en calma sin que importe nada,
hacer nuestras las tardes, y como las hojas,
que los suspiros corran de mis labios a tu boca.



Antonio Alejandro Galland

 31-Agosto-2015 17:28

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