El Ciclo De Los Déspotas
Ocultos entre piedras, silenciosos esperan,
otrora hombres, mujeres, ahora son
bestias...
En sinuoso camino, lenta caravana,
hacia cruel emboscada, incauta avanza.
Golpean el suelo cansadas monturas,
ya es mediodía, el calor abraza.
No hay descanso a la compañía,
Pues una férrea mano los atenaza.
En carruaje de oro y con séquito de espadas,
imparte sus órdenes, un monarca déspota.
Junto a su familia de caras delgadas.
¿Quién más ambiciosa que su Reina violenta?
¿Cuál de sus hijas más disoluta y despiadada?
¿Cuál hijo más traidor entre toda
su casta?
De empinados riscos, en angosto camino
Rodando una piedra la vanguardia Real
advierte.
Del posible peligro, tarde, al soberano
avisan,
pues entre las rocas, un aldeano grita:
“¡Matad a la familia de realezas impías!”
Que nadie sobreviva es la consigna
que tienen.
La palabra desata a las bestias que corren.
Abajo, jinetes y lanceros, la defensa arman.
Arriba, una lluvia de rocas, a los custodios
mata,
Los rebeldes son más, son como estrellas.
Sin rostros, sin nombres, de los valles y estepas...
Sin espadas. Sólo palos, tridentes,
azadones o palas.
Atacan con odio, con hambre, con frío,
campesinos y aldeanos de vidas dolientes,
ya perdieron dignidad, tierras, hijos y mujeres,
ya no soportaran ese circo de injustos jueces.
No hay piedad para nobles ni para su prole,
ahora advierten ellos el crujir de
sus dientes.
Pecado a pecado es pagado con sangre
tras rodear el carruaje cientos de manos,
atraparon al Rey que ultrajó a sus mujeres.
Fue desmembrado y exhibido cual trofeo,
su familia, asesinada, convertida en fuego.
Entonces un aldeano, nuevo rey es proclamado.
Y la ensangrentada diadema ciñó su frente.
Como un estigma sus ojos, cambian de brillo,
no reflejan la libertad que le buscó a su
gente,
sólo ambición, lujuria, poder y egoísmo.
El ciclo comienza de nuevo, aunque nadie lo
advierte,
demasiado ocupados están con los
festejos nacientes.
Mas el tiempo borrará los felices augurios.
hasta que alguien como él, de su Rey se haga
enemigo,
y oculto entre piedras, silencioso espere,
en sinuoso camino, cual bestial serpiente,
ser la próxima víctima de esa corona maldita,
continuando así el ciclo, hasta el
fin de los días...
Antonio Alejandro Galland
febrero de 1999
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