¿Qué es lo que hará mi princesa lejana?
¿Qué cielo bañará tus noches?
¿Dónde, refugiarte podrás de la inclemencia
de éstos tormentosos vientos que,
augurando el fin del estío,
llevan cargadas alforjas
de negros mantos de nubes?
Esperando, tal vez,
junto a la última morada
para verla sonreír como mediodía
de doradas caléndulas,
cuando al traspasar la puerta
de aquella antigua posada,
con el polvo de los caminos en mis botas,
y agitada mi capa por el bramar
del viento del desierto,
busque tus ojos entre aldeanos y viajeros;
tus ojos verdes que lo dirán todo,
si esa sonrisa los acompaña.
¿Qué es lo que hará mi princesa lejana
cuándo ya el tiempo del interregno termine?
¿Cuándo ya la distancia entre ambos
tan solo sea de una mano
acariciando tus mejillas;
de un latir acompasado,
en dos corazones separados;
de un roce simple de nuestros labios,
y la noche se haga fiesta,
y la siguiente ronda corra por mi cuenta,
y la música exalte nuestros corazones,
y reinvente recuerdos que nunca fueron,
pero que sólo con quererlo, serán:
huella, camino, hostal,
morada y lecho;
y todo el tiempo del viaje
se justifique con la espera;
y todos los besos de mi boca
sólo a ti te pertenezcan?
Antonio Alejandro Galland
Mar/2015